Todo el tiempo a su lado
Toda mi vida habÃa soñado con ser madre, hasta creÃa haber nacido para cumplir esa misión en la vida y nada me importaba más. No me dolÃa postergar proyectos profesionales, vuelos ni ambiciones personales, sólo querÃa estar para mi hijo.

Ciudad antigua, Dubrovnik
Por eso, luego de casarnos, mi embarazo no tardó en llegar. A mi marido le hubiese gustado esperar un poco más, poder viajar, disfrutar de la unión de pareja y hacer todas aquellas cosas que, con un hijo a cuestas, se complican.
Pero, por mi parte las cosas estaban claras; yo morÃa por ser mamá, era lo único que me importaba en la vida. Inclusive, en algún tiempo, empecé a pensar que tal vez me habÃa casado sólo para traer un hijo al mundo, dentro de un marco de familia formalizado.
Cuando mi varoncito aterrizó en esta tierra, sólo vivà para él. Al diablo con mi relación de pareja, mi hijo era todo y no habÃa tiempo para nadie más.
Mi marido me amaba, claro que me amaba, sino no hubiese soportado tantos años de rechazo. Ni siquiera amigas me quedaron, porque yo debÃa estar pendiente de las necesidades de mi hijo.

Una postal del puerto de Dubrovnik
Fue el único que tuve, pero mi hijo, en un momento, como bien marca la vida, se hizo grande y empezó a prescindir de mÃ. Ahà descubrà que, fuera de él, yo no tenÃa vida.
No obstante, miré a un costado y lo encontré a mi marido. Todos esos años habÃa estado allÃ, aunque yo no lo hubiese visto.
Estaba dispuesto a perdonarme todo ese tiempo de ausencia y ahÃ, por fin, yo pude quererlo sin culpas, sin pensar que mi hijo me necesitaba más.
Tan comprometido estaba él, con recuperar ese vÃnculo matrimonial, que me propuso viajar, tal como le habrÃa gustado hacerlo cuando recién estábamos casados.
Me contó su sueño de viajar conmigo a la ciudad de Dubrovnik, anhelo que me conmovió profundamente.
Se encargó de preparar, paso a paso, los movimientos de aquel viaje, para que yo estuviera feliz, para que yo sonriera.
Partimos hacia esa ciudad costera de Croacia y el último tramo lo hicimos en tren. Aunque fue un trayecto de lo más largo, nosotros aprovechamos para conversar, largo y tendido, recordando lindas anécdotas.
Por supuesto que, al ser Dubrovnik uno de los destinos turÃsticos más populares del Adriático, la zona parecÃa invadida de turistas. Sin embargo, en algún momento, pude sentir que estábamos solos.
Murallas para perderse en el tiempo y, si algo nos hacÃa falta a nosotros era volver al pasado para recuperar el tiempo perdido.
Caminar por la ciudad antigua, conocer el hermoso puerto, hacer pié en las playas de arena gruesa, disfrutar de un rico arroz, al cuidado del patrono San Blas, y volver a creer en el amor.